sábado, 15 de octubre de 2016

PRÁCTICA SIN MEMORIA

“(…) hay dos formas de un mundo plural: una es a la manera multiculturalista, que es solamente política de inclusión de las minorías y la otra el camino de la diferencia radical, donde pueblos diferentes podrían venir con sus proyectos históricos disfuncionales al capital, proyectos cuyo final no es el consumo.” 

Con esta frase, la antropóloga e investigadora Rita Segato concluye un ciclo de entrevistas sobre perspectivas antropológicas y pedagogías de la crueldad, visibles en permanentes contextos de guerra. Asumiendo como hito la coyuntura política del país, luego de la jornada de votación que pretendía hacer partícipe al pueblo colombiano a través del mecanismos de participación ciudadana, plebliscito, acerca de la refrendación para la aprobación –o no- del acuerdo final para la terminación del conflicto armado y la construcción de una paz estable y duradera, entre el Gobierno Nacional y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo –FARC-EP, vale tener como referencia que en lo que se conoce como ‘Conflicto Armado Interno’ implicó una serie de factores estructurales y funcionales del territorio nacional, el cual, en casos transfiguró formas de pensamiento, de producción, de comportamiento y vocación. 

Con ello, implícitamente, fue ocurriendo un acoplamiento que se concibe cuando el componente funcional de la estructura Colombia, entiéndase población, connacionales, colombianos, generacionalmente lograron adherirse a esta dinámica a partir de la imposición no coercitiva o el establecimiento consciente de códigos y normas instituidas a través de proyecciones e imaginarios sociales y políticos. Sociopolíticos. Estas extensiones de lo que podría considerarse perspectivas de ‘lo real’, fueron reforzando su incorporación a partir de la legítima producción y reproducción de patrones comportamentales o de conducta, desarrollados por la sociedad y sus grupos sociales.

De estas incorporaciones se destaca, en el plano de lo manifiesto, la capacidad adaptativa y funcional de la estructura colombiana en consecuencia de la construcción y transferencia generacional de prácticas y costumbres que logran adherirse a las dinámicas de las regiones y territorialidades que, a su vez, se asumen desde concepciones históricas bajo preceptos sociales y culturales. En este sentido, infiere la incidencia de factores contextuales en los mecanismos de expresión sociocultural efectuados en relaciones interpersonales, como también en los tipos y formas de interacción y comunicación. 

Contemplando las repercusiones de la capacidad adaptativa y funcional colombiana, aproximadamente, a mediados del siglo XX se inicia a un periodo que por más de cinco décadas logró repercutir en todas las instancias y sectores del territorio nacional. A lo sumo, esta situación considera gran parte de los fenómenos de orden estructural ocurridos en el país. Es precisamente, la alteración en las condiciones humanas, sociales, políticas y económicas uno de los resultados generalizados producto del conflicto y la violencia interna. El conflicto, la violencia social y armada en Colombia. 

De acuerdo a lo expresado por el Centro Nacional de Memoria Histórica –CNMH, el conflicto armado se asume como mecanismo de acción y represión violenta, cuyas expresiones se materializan a partir de modalidades. Como partícipes directos de la dinámica del conflicto se involucran actores institucionales y no institucionales. Estos pueden contemplarse como actores legales y actores no legales. En este orden de ideas, el conflicto en Colombia se genera según cambios económicos y sociales, provocados específicamente por el acelerado avance de la industrialización, impacto que recae sobre el sector rural; el rápido crecimiento urbano y las disposiciones políticas e inconformidades con la política vigente. Es decir, la crisis del conflicto data la sobreposición de intereses políticos entre el Estado y los actores armados no legales. Las víctimas del conflicto armado interno son la simplificación de la violencia no letal. Lo que en palabras de Segato, en su aporte en la legitimidad del crimen y la violencia en las comunidades, el castigo, la punición y la violencia de Estado escala la violencia social.

Como víctimas del conflicto armado interno, en Colombia, según la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas –UARIV, a través del Registro Único de Víctimas –RUV, detalla un total de 8.190.451 víctimas del conflicto. De acuerdo al informe ¡Basta Ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad, en la lógica y la dinámica del conflicto se hallan distintas modalidades e intensidad de violencia cuyo carácter ocurre según el actor armado y el territorio donde se practica el hecho; el conflicto incorpora una reconfiguración de la práctica de la violencia en la lógica de la guerra, en tanto tipificación de las formas de violencia cometidas por actores involucrados. 

Trayendo a colación el precepto adaptativo de la sociedad colombiana, es precisamente la lógica del conflicto lo que repercute en la expresión territorial, existente en repertorios que van desde legitimidad dialógica y discursiva de la violencia, el crimen, la guerra y el conflicto. El período de la violencia en Colombia, trajo consigo nuevos planteamientos sobre formas, tipos y estilos de vida de la población, lo que para Segato, esta forma se efectúa a través del miedo como mecanismo. El miedo como emoción y respuesta constante; la imposición de órdenes, normas de conducta y comportamiento; la instrumentalización del cuerpo de la mujer como herramienta ofensiva de guerra; daños morales; alteraciones de las dinámicas y formas de relación social; daños y cicatrices socioculturales; destrucción o pérdida de formas y espacios de encuentro; la imposibilidad para realizar actividades agrícolas; legitimidad y naturalización de la violencia; activación de economías –propias- de guerra y la instauración de ideales sociales representativos de la identidad y el mundo social. Control social y territorial. 

Con base en lo expuesto, la experiencia vívida el domingo 02 de octubre, día designado para la refrendación del acuerdo final entre el Gobierno Nacional y la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo- FARC-EP, es muestra de la manera en cómo el conflicto armado ha dejado secuelas en la población. Cicatrices sociales con profundas y sensibles heridas que se evocan hechos transformados en asesinato, pérdida, secuestro o desaparición de personas, grupos o familias; el reclutamiento a menores de edad para su incorporación en filas de grupos ilegales; el acaparamiento y control territorial en zonas –urbanas y rurales- deprimidas en abandono y permanente ausencia estatal; desligitimidad de la acción política y de gobierno; exceso abuso de poder por actores en conflicto; utilización de la población civil como escudo de guerra u objetivo militar; la criminalización campesina y social a través de los falsos positivos. El absurdo silencio de la guerra.

Actos de esta índole, entre otras prácticas, formas o mecanismos de acción en el marco del conflicto armado colombiano, pertenecen al albúm fotográfico memorial e imaginario de un pueblo, de un barrio, de una comunidad, de una familia, de una persona. De Bojayá, en el Chocó; del barrio El Campín, en Barrancabermeja; en las madres de Soacha, en Bogotá. Así, en cada uno de los treinta y dos (32) departamentos del país, hubo una expresión del conflicto y la violencia armada interna. Aún cuando la diferencia de voto haya sido superior pero sin ocupar alta representatividad en el margen, la biografía colombiana necesita reescribirse en la memoria, en el compromiso social y político que desde cada territorio y cada habitante aporta para la construcción de otras formas de pensamiento. Otra cara de país. Nuevas formas de perdón.

Perdón, memoria y reconciliación. Tres (3) palabras. 3 elementos que titubean en las dinámicas sociales y colectivas. Términos que transformados en acciones representan los enfoques y direccionamiento de nuevas prácticas. Que permiten el reconocimiento y la identidentificación como pares y sujetos. Como partes de un proceso que hacen posible la convivencia y la cohesión con diversas formas de interpretar la realidad y la vida social de las personas, grupos, familias o comunidades colombianas.

TS. Héctor Hedrit Ramírez Chaparro
Observatorio de Construcción de Paz –OCP-UNIPAZ.

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